España está haciendo una fuerte apuesta por la transformación digital. Es una de las palancas fundamentales para relanzar el crecimiento económico, reducir desigualdades, aumentar la productividad y aprovechar las oportunidades que derivan de las nuevas tecnologías. Además, se considera una estrategia clave para frenar la despoblación de la España vacía o vaciada. No obstante, para que esta digitalización sea una oportunidad para las áreas rurales hay que gobernarla y hacerla inclusiva.
Según Eurostat, en 2019 las diferencias en la UE-28 en el acceso a tecnologías de banda ancha persistían; un 10 % de las zonas rurales no tenían ninguna cobertura y 41 % solo tenían banda de 30 MBytes. También en el uso diario de internet entre los habitantes de las zonas rurales (70 %) y los habitantes de zonas urbanas (81%).
Las tecnologías digitales están reconfigurando las rutinas, normas, actores y aparatos que conforman los modelos de negocio, estilos de consumo y de compra, prestación de servicios, y también los procesos de aprendizaje e innovación. Por ello, además de ganadores, genera perdedores y oponentes que se resisten al cambio.
Una digitalización rural inclusiva
Para aprovechar los beneficios de la digitalización y minimizar sus costes, es necesario comprender las influencias mutuas entre la tecnología y las competencias sociales que permiten el acceso a la misma. El proyecto DESIRA, financiado por el programa Horizonte 2020 de la Comisión Europea, analiza los impactos socioeconómicos de la digitalización en la agricultura, la silvicultura y las zonas rurales en 18 países europeos.
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